Conventillos de mi Buenos Aires.

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Primero, por si se quieren sumergir más en la época....


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En 1871 estalla en Buenos Aires la epidemia de fiebre amarilla. La oligarquía abandona sus casonas de cuartos innumerables, como los conventos, y se va de San Telmo al Norte de la ciudad: a La Recoleta o al Retiro; o bordea la ribera del rí­o hasta San Isidro, donde construye palacetes de estilo europeo. Sus grandes casas abandonadas en el Sur permanecerían vacías algunos años, aunque no demasiados.

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En lugar de implementar un plan de viviendas populares, los señorones que viven en los barrios copiados a la realeza europea, recuerdan las desocupadas y decadentes casonas del Sur y, siempre atentos a la ley de la mayor ganancia, ven el negocio. Uno de los negocios mas rentables de la época.
Mandan poner tabiques en las grandes habitaciones, y de cada una hacen cuatro. Nacen entonces los conventillos.
El hacinamiento es dramático. Algunos conventillos tienen el escudo de armas de las embajadas abandonadas.

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Las escobas se levantan

Frías, muy frías las madrugadas de agosto de 1907. Cuando los moradores de los conventillos, toda gente de trabajo, o duermen, o ya se preparan para ir a sus tareas, son sacados de sus precarias habitaciones por la fuerza. Primero es la metralla de agua helada disparada a fuerte presión por los bomberos. Después es la policía, dirigida por su jefe, el Coronel Ramón Falcón. Los anarquistas organizan campamentos para los desalojados, y el gremio de los carreros transporta sin cargo sus muebles y cacharros.
Pero todavía el poder y sus aparatos represivos no imaginan que se producirá un hecho inédito en la historia de las luchas populares de la Argentina. Sus protagonistas serán las mujeres con sus niños. La consigna: resistir. Resistir el alza de alquileres y las maniobras de desalojo. Y aun irán por más: eliminar los tres meses de depósito, mejorar los servicios sanitarios. Porque si antes del aumento, los alquileres se llevaban el 30% del salario, ahora se van a llevar el 50%; ya no se puede vivir. El costo de una humilde habitación porteña es ocho veces mayor que en Londres o en París.

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En el llamado “los Cuatro Diques”, conventillo de la calle Ituzaingó Nº 279 en el barrio de La Boca, a escobazo limpio sacan a los leguleyos y policías que pretenden arrancar a la gente de su casa. Los rebeldes no van a pagar el alquiler, así de simple.
Aquellas mujeres que con sus hijos encabezan la revuelta marcan sin saberlo un hito en las luchas populares, porque el ejemplo de La Boca se multiplica. Se extiende de inmediato a San Telmo y a otros barrios, y no sólo a los periféricos de la ciudad (Avellaneda, Lomas de Zamora), sino también a otras ciudades, como Rosario, La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, Córdoba, Mendoza.


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Los propietarios y el gobierno no pueden creerlo. Por ejemplo, de los 500 conventillos porteños en rebeldía, se llega en setiembre a los 2000. En el llamado las “14 provincias” la policía bajo las órdenes directas de Falcón es repelida con escobas y agua hirviendo. Y trescientos niños desfilan por La Boca, cuna del levantamiento, con escobas en alto, según informa la revista Caras y Caretas en setiembre de ese año.

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De vecinos a ciudadanos

La estrategia tendría en total la adhesión de 100 mil personas, de familias obreras, quienes para enfrentar los desalojos de sus precarias viviendas y defenderse de la injusticia del poder, utilizan un ícono de la limpieza hogareña. Mabel Belluci habla de un vertiginoso pasaje: de vecinos a ciudadanos. En tanto los hombres (y las mujeres con trabajo asalariado) van arraigando su identidad social y su pertenencia al nuevo país en fábricas y talleres, el resto de las mujeres queda al cuidado de los niños pequeños, y son las que sostienen el día a día.


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Para ellas es el hogar y es el conventillo el pequeño territorio donde, a través de los vínculos de convivencia, se arraiga una nueva subjetividad. Porque en ese microcosmos se comparte el baño, y sobre todo la cocina y el patio, que a veces no es uno, sino dos; allí juegan todos los chicos, mientras en el aire se entremezclan los aromas de las variadas cocinas: el locro criollo, el churrasco porteño, la pasta “al pomo d’oro” italiana, el azafrán y el pimentón español, el “gefilte fishe” de los judíos, el vaho del café con borra de los árabes. Y sí como se mezclan los aromas, conviven las culturas y se responden las voces en distintos idiomas, que enriquecen el castellano rioplatense. A la vez, se van entrelazando alianzas y solidaridades. Y se intercambian las memorias de las luchas populares en la vieja Europa, que eso también viajó en algún rincón del equipaje.

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A menudo, cada habitación es lugar de trabajo, además de hogar. La sala que da a la calle suele ser la vivienda-taller de los sastres. En otras piezas, hay mujeres que trabajan a destajo en la costura; o son lavanderas en las piletas de los patios, y saldrán después a la calle con el atado de ropa limpia y seca, en equilibrio sobre la cabeza, para cobrar unos pesitos que engorden el presupuesto. De alguna manera las mujeres de los conventillos intuyen lo que años después dirá Bertolt Brecht: Mujer, fuera de tu cocina se decide qué pondrás en la olla. Y tanto es así, que el exagerado aumento en los alquileres resulta de un impuesto inmobiliario que empezará a regir desde 1908. Los oligarcas, siempre previsores, se curan en salud, y ya en 1907 aplican un aumento preventivo a sus inquilinos.


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Reprimida a sangre y fuego, la reacción contra la rebeldía se cobra una víctima en Miguel Pepe, de apenas 15 años, orador de la Huelga. Se le había oído decir: Barramos con las escobas la injusticia de este mundo. La policía entra en el conventillo donde vive, y lo fusila a la vista de los vecinos. Su féretro es llevado en vilo por ocho mujeres, que se van turnando de barrio a barrio; el cortejo fúnebre que llega a la Chacarita está encabezado por unas 800 mujeres, seguidas de 5.000 trabajadores.
El doctor Luis Agote, diputado conservador, casi fuera de sí se pregunta qué hacer con esos niños de las marchas y las resistencias, y afirma que hay entre 10 y 12 mil niños “vagabundos”. Y se responde así: Hay que recluirlos en la isla Martín García. No lo consiguió, pero fundó el Patronato Nacional de Menores Abandonados y Delincuentes. Chico que andaba por la calle, terminaba encerrado.
La huelga se intensifica, y el gobierno aplica la Ley de Residencia.


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Juana Rouco Buela, una libertaria


Si las mujeres proletarias estaban al frente de la Huelga de las Escobas, en la organización estuvieron las mujeres libertarias.
Una de sus líderes fue Juana Rouco Buela. Nacida en Madrid en 1889, tiene apenas 18 años cuando la huelga. Llegada a la Argentina en 1900, casi analfabeta, ya tiene clara conciencia de clase. Trabaja como planchadora, y se forma en las conferencias de la FORA del V Congreso. Sigue a los discípulos de Enrico Malatesta y Pietro Gori, y la frecuentación de la FORA y de sus materiales de biblioteca hace de ella una experta lectora. En 1905, a los 16 años, Juana es delegada por los trabajadores de la Refinería de Azúcar en Rosario.
En 1907, con Virginia Bolten, María Collazo y Teresa Caporaletti, organiza en Buenos Aires el Centro Femenino Anarquista. En forma paralela, en Rosario se funda el Centro Femenino Anarquista Luisa Michel, en homenaje a la revolucionaria francesa que participó en la Comuna de París en 1871.
Es dable suponer que en su práctica de la oratoria, Juana Rouco haya recibido el consejo y orientación de Virginia Bolten, llamada la “dama de la barricada” por su discurso vigoroso y convincente, sobre todo a partir de 1890, durante la jornada recordatoria del 1º de Mayo. Juana Rouco Buela y María Collazo son oradoras durante la marcha masiva organizada por el comité de esta ya histórica Huelga de los Inquilinos.

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El gobierno aplica la Ley de Residencia para expulsar a las dirigentes anarquistas por su condición de extranjeras. Bolten y Collazo, uruguayas, y Rouco Buela, española, son deportadas a sus respectivos países.
Dice Juana en sus memorias: A los dieciocho años, la policía me consideró un elemento peligroso para la tranquilidad del capitalismo y el Estado. (Historia de un ideal vivido por una mujer, Editorial Universidad del Sur, 1964).
Juana vuelve como polizón a Brasil y, disfrazada, pasa al Uruguay. De allí, a nuestro país. En 1917 (gobierno de Hipólito Yrigoyen) obtiene la ciudadanía argentina. La gran militante anarco-sindicalista, murió en Buenos Aires en 1960.
A cien años de la Huelga de los Inquilinos, los trabajadores argentinos buscan reapropiarse de las conquistas perdidas en épocas pasadas. Sobre todo hoy, que tantas familias ven peligrar su techo. Rendir homenaje a la lucha de las mujeres y niños en la Huelga de las Escobas de 1907 ayuda a recordar y reconocer las fuerzas potenciales que están en las clases populares.

En Balvanera había en aquellos años 181 conventillos.

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Algunos conventillos famosos tenían nombres relacionados a la condición y origen de sus habitantes: “Las 14 provincias”,” Los dos mundos”, “ El palomar”, “Babilonia”, “ El Sarandí”, “ De la Paloma”, “El Arca de Noé”, “La Madonnetta”.


Algunos de los principales conventillos de Balvanera
Algunos de los principales conventillos de Balvanera
-Catamarca 359, con más de 30 piezas.
-Chile 2173, entre 30 y 40 piezas.
-H. Yrigoyen 2850, media manzana con 120 piezas.
-Independencia al 2100, “El Arca de Noé”.
-México 1860, con 62 piezas.
-México 2154, conocido como “La Madonnetta”, con una capilla al fondo.
-México 2425, con 40 piezas.
-Moreno 2780, con caballeriza al fondo.
-Venezuela 2376, con salida por México 2407, con más de 100 piezas.
-Venezuela 2460/68, primero corralón, luego conventillo con 40 piezas


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No hay un argentino de clase media que no tenga en sus historias familiares alguna estadía en una de aquellas casas.
“Tanos” y “gallegos”, polacos y turcos, judíos y criollos convivían en esas pajareras con mínimos baños y cocinas compartidos.


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Pero esos edificios contaban con varias ventajas que otorgaban una cierta comodidad a sus habitantes y contrarrestaban los fastidios de una vida en común, quedando para siempre, en la memoria de los jamón del medio argentinos, como una etapa muy especial en la vida de sus ancestros.

A saber:

"En el Barrio Cafferatta
en un viejo conventillo,
con los pisos de ladrillo,
minga de puerta cancel..."

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En el orden edilicio:

El patio.

Esos patios enormes y soleados que se llenaban de parras, glicinas madreselvas, malvones y geranios proveían ventilación a las habitaciones, solaz a la mirada con su espesura vegetal, fresco en verano bajo la parra y solcito tibio en los inviernos bajo los despojados sarmientos. Brindaban, también a los habitantes de los conventos un espacio común para el juego de los chicos, los comadreos de las mujeres y los contactos “globalizadores”, ya que en eso también los argentinos (por algo nos tachan de arrogantes y presumidos) hemos sido precursores. ¿Qué más “globalizado” que el patio de un "convento"? Allí se cubrían además necesidades culturales inherentes a todos los seres humanos, ya que en esos patios se armaban bailongos tangueros y milongueros con cualquier excusa: el casorio del turco de la siete con la tana de la sala, por ejemplo, o el conchabo(4) del Luisito el tucumano en la Chade (empresa de electricidad que pagaba muy pero muy bien), o el “porque sí”, porque tenemos ganas de mover las tabas

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En el equipamiento:

El piletón, el ropero y el calentador a kerosén.

El piletón era un remedo de las fuentes de los pueblos de España donde iban a lavar la ropa las mujeres. Servía para que las comadres compartieran sus duelos y alegrías y se ensañaran en causas conjuntas a favor o en contra de alguna o algún integrante del conventillo. También para “pispear” a la rubia de la tres, que nunca lavaba la ropa con ellas (vaya a saber de dónde sacaba la rubia para el lavadero). Conste que “las rubias” fueron siempre sospechosas, hasta en los conventillos, y en Argentina, más, ya que, aun hoy, una vez que llega el justificativo de las primeras canas, recurrimos, alegres, al agua oxigenada para conocer la emoción de sentirse una blonda bomba “sexy”.

En cuanto al calentador a kerosén, embutido en el “ropero” junto a “la guitarra que todo el día está colgada” hacía las veces de “kitchenette” para completar con huevos fritos o panceta crujiente los pucheros cocinados en los fogones a carbón de la cocina compartida. Colocado sobre la mesa, el calentador cumplía el rol de estufa por un ratito, para aventar los sabañones que por ese entonces estaban a la orden del día.


Orden legal y atención sanitaria y sicológica:

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La encargada Los conventillos, grandes o pequeños, supieron contar con una Institución que impartía orden a ultranza: “La Encargada” -muchas veces una oriunda de Lugo, Orense o Pontevedra-, designada por los propietarios, se erigía en indiscutible jueza de contubernios y dificultades entre los inquilinos, matrona improvisada de partos anticipados, fiscal o defensora en reyertas matrimoniales y enemiga de cuanta sabandija animal o humana pululara por desagües y techumbres.

La encargada recibía escarnios varios, epítetos inimaginables y que no reproduciré por estar destinado este escrito a ser leído por gente oriunda de la Madre Patria o por coterráneos de la tierra de Rosalía de Castro más precisamente, pero, a la vez, se recurría a ella para curar el empacho, mal de ojo de niños y grandes y para ser “contenido” por dos fuertes y cálidos brazos en casos de desamores o morriñas varias. En general se trataba de robustas y sabias mujeres de buen natural, con la suficiente energía para ejercer su cargo, si bien, en algunos casos, podía acusárselas de “abuso de autoridad” ( se sabe que una gallega cabrera no es “s”útil precisamente, pero que quitando la ese y agregando un acento a la letra “u” diremos de ella una verdad de a puño).


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Trifulcas, riñas y cuchilladas.

“Yo nací en un conventillo
de la calle Olavarría,
de la calle Olavarría
y me acunó la armonía
de un concierto de cuchillos.
Viejos patios de ladrillos
donde quedaron grabadas
sensacionales payadas(1)
y al final del contrapunto
amasijaban(2) un punto(3)
pa' amenizar la velada.” 


El conventillo, cantado por Edmundo Rivero

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El gran secreto del los conventillos:

Aquellos hombres del conventillo eran pobres y analfabetos, pero sabín lo que querían y contaban con una escala de valores.

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El respeto a la palabra empeñada , la importancia de ganarse el pan con honradez, la presencia y el ejemplo paterno, la Policía como representación del orden y de servicio para su comunidad, el amor manifestado en dedicación y amparo, la participación para armonizar la convivencia , el buen trato con el vecino y el cuidado del bien común eran los cimientos donde se apoyaban esos valores que se han ido transformando en la medida en que la sociedad se ha ido volviendo partidaria del “sálvese quien pueda”.

Por todo lo antedicho, creo que en caso de querer la Señora Ministra de España hacer uso de este gran creación argentina debe, para obtener éxito en su empresa, hacer uso de los recursos que hicieron de los conventillos un sitio entrañable y de enorme influencia en nuestra sociedad con todas sus falencias y dificultades, errores y aciertos.

Y pensándolo bien, si los argentinos volviéramos a la filosofía conventual y dejáramos de hacer "conventillo" en la peor acepción de la palabra, tal vez, recuperaríamos una vida mejor.





1) Payada: Intercambio improvisado de poemas octosílabos entre los guitarreros
2) Amasijaban: Mataban
3) Punto: Víctima masculina
4) Conchabo: Trabajo
5) Tabas: Pies
6) Pispear: Espiar

Cati Cobas

Por Ana María Ramb
No todo.


http://www.espejonet.com.ar/diario/2007081/contratapa

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