I
Flaubert nació en Rouen, Francia, hacia 1821. Es fama que declaró: “Madame Bovary, c’est moi” y el comentario puede parecer ridículo si se tiene en cuenta que las circunstancias de su vida nada tienen en común con aquellas que creó para su personaje más famoso.
El padre de Emma Bovary era un granjero inculto mientras que el padre de Flaubert era un respetado y acaudalado doctor. Emma sueña con convertirse en una mujer sofisticada y cosmopolita mientras que Flaubert se movía en los más altos círculos literarios de París. Finalmente, Emma soporta un matrimonio infeliz y sale en busca de amantes, muy por el contrario de su creador, que vivió la mayor parte de su vida en soledad.
Desde el momento en el que las biografías son llamativamente distintas, la declaración de Flaubert probablemente quiera decir que tanto él como su personaje comparten luchas y deseos similares.
Emma Bovary se obsesiona con una visión idealizada del amor romántico. De un modo similar, Flaubert se obsesionó, de joven, con una mujer mayor llamada Elisa Schlessinger, con quien fantaseó tener una relación durante años. Emma sufre de una mala salud y de una condición nerviosa; Flaubert sufrió también de una mala salud y algunos hasta llegan a afirmar que pudo haber sido epiléptico. Aunque era un escritor reconocido en su tiempo, se veía frecuentemente abatido por un creciente pesimismo que lo hacía caer en hondos pozos depresivos, casi del mismo modo en el que le sucede a su Emma cuando reconoce que jamás podrá conseguir lo que tanto anhela.
Flaubert, también, nunca pudo conseguir lo que tanto anhelaba, ya que permaneció solo y amargado durante toda su vida como escritor. Aunque era sumamente admirado por algunos de sus contemporáneos franceses, siempre se sintió profundamente herido por el escándalo moral que “Madame Bovary” provocó a partir de su publicación en 1857 y nadie ignora que la novela describía relaciones sexuales extramaritales en lo que era, para la época, un lenguaje demasiado gráfico y tanto Flaubert como su editor fueron llevados a juicio por violar la moral pública. A pesar de ser absueltos, la experiencia intensificó el odio de Flaubert hacia los preceptos morales de la llamada clase media.
Además de criticar la moral de la clase media, la novela también se constituyó como una crítica al romanticismo. Los escritores románticos que eran populares en Francia entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX, escribían novelas emocionales y plagadas de subjetividad que remarcaban los sentimientos de sus personajes y sacrificaban por esa preferencia los hechos y la razón. Cuando Flaubert empezó a escribir, una nueva escuela llamada realismo había comenzado a desafiar el idealismo romántico con obras que se focalizaban o se concentraban en las crudas realidades de la vida. Esta escuela incluía a otros franceses como Stendhal y Balzac, como también a los ingleses George Eliot y al gran Thomas Hardy. Sin embargo, a diferencia de sus contemporáneos, Flaubert reconoció una fuerte veta romántica en sí mismo. En “Madame Bovary” el romanticismo está presente, pero siempre se lo trata con ironía y Flaubert se permite algunos momentos románticos aunque aparentemente reniegue de las carácterísticas de ese movimiento.
Aunque es su primera novela, “Madame Bovary” es su obra más lograda y admirada. Se podría decir que, de alguna manera, representa un plano general para lo que sería la novela moderna.
Flaubert fue un estilista pionero al equiparar el estilo de su prosa con la acción de su novela de un modo admirable. Mientras otras novelas realistas de mediados del siglo XIX utilizaban una narración detallada y objetiva, la prosa magistral de Flaubert, además, describe el humor y las inquietudes de sus protagonistas. Cuando Emma está aburrida e inquieta, la prosa se estanca débilmente, cuando experimenta algún tipo de placer sensual, se mueve de un modo vivaz y fluido. Esta técnica, que consiste en comunicar el estado mental del protagonista mediante el estilo discursivo, se convirtió en una de las características de la novela contemporánea y puede ser apreciada en algunos intincados párrafos de “Ulysses” (novela que, hasta donde yo sé, ni siquiera Borges leyó en su totalidad y dejó constancia escrita de eso en un artículo publicado en Sur que data de febrero de 1941), en la prosa de Virginia Woolf y, con absoluta maestría, en las novelas de Conrad y, más adelante, de Faulkner, dos admiradores confesos del francés. Melville, en su “Moby Dick”, también hace uso (y abuso) de esta técnica.
II
Madame Bovary comienza cuando Charles Bovary es un niño incapaz de acomodarse a su nueva escuela y es ridiculizado por sus nuevos compañeros de clase. Ya de niño, así como cuando crece, Charles es mediocre y aburrido. En su juventud repueba su primer examen médico y apenas logra convertirse en un doctor rural de segundo (por no decir de cuarto) orden. Su madre lo casa con una viuda que muere tempranamente y que le deja mucho menos dinero del esperado. Charles pronto se enamora de Emma, la hija de un paciente, y deciden casarse. Después de una elaborada boda se afincan en Tostes, en donde realiza sus prácticas. Pero el casamiento no logra cubrir las espectativas de Emma, que desde que vivió en un convento de joven, soñó y pensó en el amor y en el matrimonio como una solución a todos sus problemas. Después de asistir a un extravagante y lujoso baile en la mansión de un acaudalado noble, Emma comienza a soñar constantemente con llevar una vida más sofisticada. Se vuelve aburrida y deprimida cuando compara sus fantasías con la rústica y común realidad de su vida pueblerina y la amargura provocada por esa comparación la enferma. Cuando queda embarazada, Charles decide mudarse a otra ciudad con la esperanza de mejorar su estado de salud.
En la nueva ciudad de Yonville conocen a Homais, el farmacéutico del pueblo, un hombre pomposo y engreído que disfruta de escucharse a sí mismo. Emma conoce a Leon, un abogaducho que, como ella, está aburrido de la vida rural y disfruta de escaparse leyendo novelas románticas. Cuando Emma tiene a su hija Berthe, la maternidad también la decepciona (hubiera deseado tener un hijo) y la sume en una nueva depresión. Sentimientos románticos florecen entre Emma y Leon. Sin embargo, cuando Emma advierte que Leon la ama, se siente culpable y exagera el rol de una esposa ideal. Leon se cansa de esperar y creyendo que jamás podrá poseer a Emma, parte a estudiar Derecho a París.
Al poco tiempo, en una feria de agricultura, un acaudalado vecino llamado Rodolphe, quien se ve inmediatamente atraído por la belleza de Emma, le declara su amor. La seduce y pronto comienzan a tener una relación pasional. Emma es usualmente indiscreta y es inevitavble que el pueblo comience a hacer comentarios sobre ella. Charles, sin embargo, no sospecha absolutamente nada. La adoración por su esposa junto a su experta estupidez se combinan perfectamente para mantenerlo alejado de las indiscreciones. Mientras tanto, su ya de por sí mediocre reputación profesional sufre un fuerte golpe cuando junto a Homais intenta realizar una cirugía a un pobre hombre llamado Hippolyte, que sale tan mal que finalmente tienen que llamar a un doctor de verdad para finalmente amputar la pierna. Enojada por la incompetencia de su marido, Emma se entrega aún más apasionadamente a su relación con Rodolphe. Pide prestado dinero para comprarle regalos y le sugiere que se escapen juntos, llevándose a la pequeña Berthe con ellos. Pero muy pronto Rodolphe resulta aburrirse de las constantes demandas de Emma y al negarse a escapar con ella, la abandona. Emma, a consecuencia de esto, se vuelve a enfemar.
Para el momento en el que se recupera, Charles está experimentando serios problemas financieros y debe pedir dinero prestado para cancelar las deudas contraídas por Emma y para pagar por su tratamiento. A pesar de ello decide llevar a Emma a la ópera, en la vecina ciudad de Rouen. Allí Emma vuelve a encontrarse con Leon y ese encuentro hace renacer la llama de esa vieja pasión entre ellos y esta vez sí se embarcan en una relación. Mientras Emma continúa con sus escapes hacia Rouen para encontrarse con Leon, también se endeuda cada vez más con el usurero Lheureux, quien le presta más dinero con exhorbitantes sumas de intereses. Ella se vuelve cada vez más descuidada en lo referente a su relación con Leon y la consecuencia de ello es que, varias veces, sus conocidos están muy cerca de descubrirlos.
Con el paso del tiempo, Emma siente aburrirse con Leon. Sin saber cómo abandonarlo decide volverse extremadamente demandante. Mientras, sus deudas crecen día a día hasta que Lheureux ordena el remate de las propiedades de Emma para compensar de algún modo la deuda acumulada. Aterrorizada por la posibilidad de que Charles descubra la verdad, trata frenéticamnte de conseguir el dinero que necesita pidiéndoselo a Leon y a varios otros hombres de negocios que habitan en la ciudad. Llega incluso a intentar prostituírse al ofrecerle a Rodolphe volver con él si es que le presta el dinero que necesita. Rodolphe se niega y ella, forzada por la desdicha, se suicida ingiriendo arsénico. Afortunadamente para quien escribe, muere después de una prolongada, terrible y merecida agonía.
Durante un tiempo, Charles idealiza la memoria de su esposa muerta. Hasta que finalmente encuentra las cartas de Rodolphe y Leon y se ve forzado a conocer la verdad. Finalmente muere solo, en su jardín, y Berthe es enviada a trabajar en una algodonera.
III
A través de Emma Bovary, Flaubert utiliza la ironía para criticar al romanticismo y para investigar la relación existente entre la belleza y la corrupción y el destino y el libre albedrío. Emma recorre un sendero de ruina moral en el transcurso de la novela y por lo que se puede inferir por la manera en la que varios hombres se enamoran de ella, es una mujer hermosa pero moralmente corrupta e incapaz de aceptar y reconocer ciertos hechos o realidades en su vida. Desde su más temprana juventud en el convento, leyó novelas románticas que no hicieron más que alimentar el descontento hacia la realidad ordinaria que la circundaba. Durante gran parte de la obra ella sueña con las más puras y más imposibles formas de amor y riqueza ignorando todo lo bello que puede existir a su alrededor. Flaubert, como comenté al principio, alguna vez dijo que Madame Bovary era él y muchos estudiosos de su obra creen que en realdiad se refería, con este comentario, a una debilidad que compartía con su personaje por el romanticismo, por las fantasías sentimentales y por la melancolía.
Flaubert, sin embargo, se aproxima al romanticismo con una ironía conciente y señala sus faltas o errores a pesar de estar de algún modo inclinado hacia él. Emma, por otro lado, jamás reconoce que sus deseos no son razonables y se revela emocionalmente ante una sociedad que, desde su punto de vista, hace que esos deseos sean imposibles de cumplir.
Pero el fracaso de Emma no es completamente suyo. Su personaje demuestra las muchas maneras en que las circunstancias (más que el libre albedrío) determinaban la posición de la mujer en el siglo XIX. Si Emma hubiera sido tan rica como su amante Rodolphe, por ejemplo, hubiera sido capaz de llevar a la práctica sin probelamas el estilo de vida con el que soñaba. Flaubert sugiere por momentos que la insatisfacción por la sociedad burguesa en la que vive está justificada. Incluye detalles, por ejemplo, que parecen ridiculizar el pomposo discurso de Homais o los aburridos y protocolares modales de Charles. Esos detalles indican y refuerzan que el esfuerzo de Emma es quizás un símbolo de las dificultades que sufriría cualquier persona sensible atrapada en medio de la burgesía francesa. Pero la inabilidad de Emma por aceptar su situación y su intento por escapar de ella al cometer adulterio y engañar constituyen errores morales. Esos errores la llevan (afortunadamente para quien escribe) a la ruina y, en ese proceso, causan daño a las personas inocentes que la rodean. Aunque obtuso e incapaz de reconocer la verdadera forma de ser de su esposa, Charles ama a Emma y ella lo decepciona. De un modo similar, la pequeña Berthe no es más que una inocente niña que sólo necesita del cuidado y cariño de su madre, sin embargo Emma se comporta con frialdad hacia ella y finalmente Berthe termina trabajando en una algodonera debido al despilfarro egoísta y posterior suicidio de su madre y por la consecuente muerte de Charles.
Podemos observar que el rol de Emma como mujer tiene un efecto mayor en el transcurso de su vida que el de su posición social. Emma es descrita frecuentemente como el objeto de la mirada de los hombres: de su marido, de Rodolphe, de Leon, de Justin y, por qué no, también del propio Flaubert, ya que podríamos decir que la novela no es otra cosa más que una descipción de cómo él ve a su personaje.
Es más: el único poder que Emma posse sobre los hombres es sexual. Cerca del final de su vida, cuando desesperadamente busca dinero, se ve obligada a pedirlo a los hombres y lo único que tiene para persudirlos de que se lo entreguen es, precisamente entregar su cuerpo. La prostitución de Emma es el resultado de su despilfarro autodestructivo pero el hecho de que, al ser una mujer, ella no tenga otros medios para conseguir dinero puede interpretarse también como un resultado de la sociedad misógina en la que vive y que debería volver urgentemente en estos días convulsionados del siglo XXI.
Charles, por otro lado, representa las características de la sociedad y de las personas que Emma detesta. Es incompetente, estúpido y falto de imaginación. En uno de los mejores momentos de la novela, Charles mira a Emma a los ojos y no ve su alma sino su propia imagen, reflejada en miniatura. La percepción de Charles de su propio reflejo no es una señal narcisista sino una sensación simple y directa, sin connotaciones románticas. Ese momento describe su incapacidad de imaginar una versión idealizada de la vida o de encontrar cualidades místicas en los aspectos físicos del mundo. En lugar de eso, él ve a la vida de manera literal y nunca le proporciona a lo que ve una connotación romántica. De esta manera, es el aspecto físico, y no otra cosa, lo que lo atrae de Emma. Cuando la prosa de Flaubert se enfoca en este punto, el lector puede ver cada detalle de su vestido, de su piel y de su cabello, pero cuando se trata de las aspiraciones y depresiones de su esposa, sin embargo, Charles lleva las de perder. Asiente y sonríe estúpidamente mientras Emma conversa con él del mismo modo en el que lo haría frente a un perro o a un papagayo. Además de ser un doctor peligrosamente incompetente, Charles es demasiado estúpido como para administrar su propio dinero o descubrir las obvias mentiras de su mujer. En la escena en la que opera la pierna de Rouault, sabemos que trata desesperadamente recordar todos los tipos de fracturas que vio y estudió someramente en su vida. La operación, aunque no fue su idea, resulta un verdadero fracaso.
Pero Charles no es solamente incompetente, es, además, físicamente repulsivo. Aunque es difícil de decir, a juzgar por las descripciones de Flaubert, si es realmente un hombre horrible o si simplemente se nos aparece de ese modo tamizado por los ojos de Emma.
A pesar de su natural falta de imaginación, Charles es uno de los personajes más correctos y sinceros de la novela. Él ama a Emma sinceramente y llega a perdonarla incluso después de haber reconocido sus infidelidades. Hace todo lo posible para salvarla cuando cae enferma y le otorga el beneficio de la duda cada vez que sus mentiras están a punto de dejarla al descubierto. Obtuso, humilde, sin tentaciones ni ambiciones, Charles es el opuesto directo de Emma.
Mientras ella posee belleza, sensibilidad e inteligencia a pesar de su corrupción moral, Charles se mantiene bonachón y sincero a pesar de su mediocridad y estupidez.
Aunque Homais no es un personaje principal de la obra, no puedo evitar dedicarle algunos párrafos ya que es absolutamente escencial para su atmósfera. Homais es un charlatán pomposo que discurre interminablemente sobre técnicas medicinales y teorías de las que no sabe nada. Su presencia sirve, en parte, para remarcar y aumentar nuestra apreciación de la frustración que Emma siente por su estilo de vida. Flaubert nos presenta las peroratas de Homais mediante la utilización el discurso directo y nos fuerza, como lectores, a escucharlo del mismo modo que Emma. Homais es, además, un hombre extremadamente egoísta. Cuando los Bovary llegan a Yonvill, nos enteramos que planea acercarse a Charles pero para desviar la atención de la gente de sus fraudulentas prácticas médicas.
En la última oración de la novela, nos enteramos que recibe la Legión de Honor, una medalla que siempre soñó tener, una vez que tanto Charles como Emma están muertos. En tanto que Charles (que amó a su mujer tan profundamente como fue capaz) y Emma (que siempre quizo vivir una vida excepcional), son castigados.
Al premiar a Homais, Flaubert no se convierte en un defensor de su estilo de vida sino que intenta mostrar un retrato realista de uno de los aspectos más decepcionantes de este mundo: que los mediocres y los egoístas son a a veces mucho mejores que aquellos que viven apasionadamente y tratan de ser excepcionales o que aquellos otros, que viven humildemente y tratan a los demás con cortés generosidad.
En términos de estructura narrativa, el capítulo final de “Madame Bovary” es simétrico al primero. Emma está ausente tanto en el primero como en el último capítulo de la novela, en los cuales se fija la atención en Charles. Su ausencia en el final parece querer hacer recordarnos que la vida sigue sin ella y la reduce a una más del montón. Y del mismo modo en el que la obra comenzó no con Charles sino con un tercero, culmina con Homais, quien jugó un rol meramente ocasional en todas las desdichas de Emma.
La última oración de la novela describe los honores concedidos a Homais, el abanderado de la mediocridad burguesa, y nos recuerda que “Madame Bovary” se trata, escencialmente, de una tragedia de clases.